Ayer comprobé que lo perfecto es inherentemente imperfecto y eso es genial. Nada más puro que algo impuro. Lo feo también puede ser lindo y lo malo también puede ser bueno. Todo depende de cómo se lo mire. Dos opciones:
a) ¡Qué día de mierda! Un calor sofocante y me tengo que recorrer toda la capital para hacer miles de cosas; cero ganas. Me toca ir parado en el colectivo y rodeado de criaturas del Señor endemoniadas desde Moreno hasta Márquez. ¿Qué? ¿Cómo que A no puede venir a la cena? ¡Ya estoy yendo para allá! Nah, ¿cómo que hay que hacer un proceso de auditoría de pagos antes de iniciar el trámite? Me cago en la burocracia. Ah, bueh, $200 la cenita, saladito. Pucha, se largó a llover con todo, tremenda tormenta, y me olvidé el paraguas en lo de L, soy un boludo. Y el colectivo que no pasa, me voy a tener que quedar toda la noche acá. Siete colectivos en un solo día es demasiado.
b) ¡Qué día fabuloso! Menos mal que llovió y refrescó un poco. Pude aprovechar para hacer un montón de cosas en Baires (comprar un libro en francés, cobrar un trabajito, iniciar el trámite del titulo universitario…) y el 140 tiene aire acondicionado, ¡wow! Qué bueno cederle el asiento a otro que lo necesita. Bueno, no importa, ya nos juntaremos con A más adelante. Genial, pese al lio burocrático, igualmente pude iniciar el trámite del título hoy mismo. ¿Diploma de honor? Upa. Qué buena que estuvo la cena. La pasamos re bien y estuvo riquísimo. Además, P se lo re merece. Uy, llueve. Bueno, no pasa nada si nos mojamos un poco, ¡nos refrescamos después de tanto calor! Ah, ¿sí? ¿Pasa un colectivo ahora en 10 minutos? Buenísimo, lo espero, entonces. Siete colectivos… ¡y pude con todos!
Yo me quedo con la segunda opción, porque sigo sosteniendo fervientemente que when you change the way you see things, that’s when things change!
1 comentario:
Genial! Hoy necesitaba que alguien me recordara esto.
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