Muchas veces, incontables veces, he sido Eduardo y Gerardo. Ok.
También Sebastián, Luis y Drappo. Boludez máxima de un profesor, ósmosis y transferencia de personalidad respectivamente, ponele.
Una vez fui Adgardo. Error de tipeo, seguro.
Y hoy fui Efgar, escrito a mano, grande y en imprenta mayúscula.
—¿Cómo te llamás?
—Edgardo.
—... ¿Cómo?
—EDGARDO.
Acto seguido, tiene el tupé de escribir EFGAR en el envase.
No sé. Por lo pronto decidí que me voy a empezar a llamar Juan o Pablo o Pedro. O llevaré un distintivo con mi nombre a todas partes, como cuando iba al jardín de infantes.
Que alguien me explique, por favor, porque yo ya no entiendo.